Te llevamos a conocer Compostela y Santa María del Oro en Nayarit, dos pueblitos que te robarán el aliento.
Te llevamos a conocer Compostela y Santa María del Oro en Nayarit, dos pueblitos que te robarán el aliento.
tercero en Nayarit en recibir esta distinción y lo tiene bien merecido. Su inmejorable situación geográfica lo convierte en el punto de inicio del que se puede partir hacia varios sitios, las playas de Jalisco, la Riviera Nayarit o bien, hacia las montañas. Debe su nombre a la ciudad española Santiago de Compostela.
Cuando llegué, dejando la costa atrás, ya estaba casi atardeciendo pero el calor aún se hacía sentir, así que decidí tomar un respiro en uno de los lugares más típicos de la ciudad: la refresquería El Manantial de Compostela (Benito Juárez 6, Guayabal), un lugar que parece estar literalmente congelado en el tiempo no tanto por sus instalaciones, que han adquirido un toque moderno y colorido, sino por la atención de quienes preparan estas delicias desde 1940.
Ahí se sirven toda clase de raspados hechos con combinaciones improbables que garantizan aminorar el bochorno, calmar la sed y alegrar el alma. Imposible irse sin probar el más clásico: fresa con nuez o el de nanche con coco. Aunque si el ánimo pide algo picante y acido, está el de mango con chile o el de guanábana que es también una delicia absoluta. Ya podía recorrer el centro.
No es muy grande, así que en un día se pueden visitar sus principales atractivos, como la Parroquia de Santo Santiago Apóstol, conocida también como templo del Señor de la Misericordia; la estación del ferrocarril y la exhacienda de la condesa de Miravalle lugar que une, en mi historia personal, dos puntos importantísimos, ya que justo ahí se fundó, en 1860, el condado de Miravalle y años después, en la Ciudad de México, nacería una de sus más notables descendientes, en uno de los vastos terrenos que heredó de su familia y que comprendían las colonias Condesa (de ahí su nombre), Hipódromo Condesa, Roma y Tacubaya.
Otra de mis bebidas favoritas es, por supuesto, el café, y a 28 kilómetros de Compostela se cultiva uno de los mejores que he probado que crece entre 800 y 1200 metros de altura. Café Citomayo (Bravo esq. Jiménez 102 Poniente), es un negocio familiar, como casi todos los de la región, y aunque el establecimiento no es muy atractivo y normalmente pasaría desapercibido, el café que ahí se sirve es muy apreciado en Nayarit y se vende muy bien dentro y fuera de México.
Otra de las actividades muy extendida en Compostela es la talabartería, así que me di una vuelta por la Talabartería Michel (Hidalgo 215 norte), en donde se pueden adquirir bolsas, zapatos y todo tipo de artículos de piel. La mejor parte fue ver cómo trabajan con una armonía y un respeto a su trabajo que solo se consigue con el amor al oficio, aquel que deja entrever la áspera belleza de la vida.
Santa María del Oro: Vivir la leyenda
Mi segundo punto del recorrido está a tan solo 15 minutos de Tepic y su principal atractivo es su laguna ubicada nada menos que dentro de la caldera de un volcán en la Sierra Madre Occidental.
Un lugar así tiene que tener su propia leyenda, la cual no es menos emotiva que la laguna que la inspiró: cuentan que hace muchos años, había una ciudad llamada Michiztlán donde vivía el rey con su esposa e hija, una hermosa joven llamada Tepozilama.
En uno de sus acostumbrados paseos por la ciudad, la joven vio a un venado herido de muerte. Al acercarse para auxiliarlo, escuchó la voz del responsable de la herida del animal, un guerrero llamado Pintontli.
Nada más de cruzar miradas quedaron irremediablemente enamorados. Al más puro estilo Romeo y Julieta, resultó que el guerrero era hijo del rey de la ciudad vecina y sus padres eran enemigos de años, así que el amor entre ellos estaba condenado al fracaso.
Siguieron frecuentándose a escondidas hasta que el padre de la joven se percató de ello y decidió darles una castigo ejemplar. Los ató a sendos palos clavados en el cráter del volcán, a una distancia tal que pudieran verse y sentirse cerca pero no tocarse.
Y así estuvieron Tepozilama y Pintontli, tan cerca pero tan lejos, atados uno frente al otro, lloraron por días y noches su desgracia, hasta que sus lágrimas formaron la enorme y hermosa laguna de Santa María del Oro.
Y una laguna formada por las lágrimas de dos enamorados no podía ser una laguna común, así que aquí se pueden observar cambios radicales en el color del agua de un momento a otro, los expertos han declarado que tiene una gran cantidad de minerales que beneficiarán a quien nade en ella.
Cuentan también que nadie sabe su profundidad exacta, pues esta varía de acuerdo a las penas y alegrías de quienes la visitan. No estaba en condiciones de abandonar un lugar con semejante historia de amor y, como ya era tarde, decidí hospedarme justo ahí.
Y no erré al elegir Santa María Resort (santamariaresort.com.mx), un conjunto de encantadoras casitas de madera ubicado justo a la orilla de la laguna, es decir dentro del antiguo volcán.
Es un lugar sereno y apacible, perfecto para todo tipo de actividades: desde las más tranquilas como la meditación, la lectura y la escritura, hasta las más intrépidas como practicar deportes acuáticos como kayak, esquí, rapel, paddle board o ¿por qué no? dar un paseo por las aguas de la laguna en una bumper ball, que consiste en meterse dentro de una pelota gigante de plástico que te permite literalmente caminar sobre el agua sin mojarte un ápice.
Y, para los amantes del misticismo es posible participar en una ceremonia huichol: una combinación perfecta entre la naturaleza y la cultura ancestral de esta etnia en su forma más auténtica.
La aventura incluye un ritual del fuego, limpia de energías con el marakame (sacerdote huichol) un taller artesanal, como “pintar” con hilo o con chaquira, y para finalizar, nada como un ritual de sanación y liberación de malas vibras, tan útil en estos tiempos. Todo el proceso es ambientado con música autóctona que hacen que la experiencia sea total.
Después de esta vivencia el hambre ya se hacía sentir, así que salí a probar la especialidad gastronómica por excelencia y una de las muchas razones por las que este lugar es visitado: el chicharrón de pescado, un platillo que consiste en pescado rebosado que se fríe lentamente en una enorme cazuela de cobre hasta quedar dorado y crujiente. Aunque ya hay varios locales que lo ofrecen, incluido el hotel, fui con los mejores, los creadores de esta delicia culinaria.
El local se llama El Viejo Aztlán y es atendido por sus fundadores, la señora Blanca García Pérez y su esposo. Ella se levanta muy temprano y concentra sus actividades en preparar el chicharrón de pescado, una capirotada sin igual y una tortillas hechas con una combinación de harina de trigo y maíz que aún no logro quitarme de la mente. No tienen una dirección exacta pues todo el mundo los conoce, es el único con ese nombre en la orilla de la laguna y basta con preguntar a cualquier transeúnte para llegar sin problema alguno.
Ya con ánimo renovado y el estómago lleno, decidí explorar los alrededores y, como el agua es abundante en Nayarit, no podían faltar las cascadas. Muy cerca de ahí, en el municipio de Real de Acuitapilco, está el centro recreativo El Nido, un rincón oculto en la sierra que resguarda hermosas cascadas como La Silla o la Cascada de las Ánimas.
Ahí podrás hacer senderismo, o nadar en sus posas, el agua es pura, cristalina y llena de minerales; colocarte directamente bajo el chorro que cae de ellas es también una experiencia liberadora –por decir lo menos–. En la propiedad también cuentan con cabañas modestas pero muy cómodas en las que puedes hospedarte.
Me habría encantado dormir con el arrullo de agua cayendo, pero me di cuenta de que no había visitado aún el centro, así que decidí dirigirme hacia allá antes de irme a Tepic.
Visité el Templo del Señor de la Ascensión, construido en 1954, el mismo año en el que se fundó la villa que ahora lo resguarda. Tuve suerte, pues ese día se realizaba una procesión y el ambiente era una combinación de solemnidad y algarabía salpicado por el estruendo que provocaba el tradicional “cuetero” que, como se estila, iba al final del contingente.
Llegar a la totalidad de uno mismo
Apenas al caer el sol, emprendí el camino hacia Tepic, una noche antes de abordar el vuelo de vuelta a la Ciudad de México, a casa, en donde empezaría un nuevo viaje justo en donde parecía que otro había terminado. Entonces entendí que para los viajeros la travesía no termina nunca, pues siempre habrá algo de lo que la mente nunca pueda desprenderse, que un periplo será siempre recordado, una y otra vez, a veces como llegada y a veces como punto de partida.