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“Fraude” no es igual en México que a dos mil kilómetros de distancia

Trump sepulta su credibilidad al desacreditar un mecanismo de participación que ha funcionado antes de él y seguirá cuando salga de la Casa Blanca.

@fridagomezp

Si se trata de hablar de fraudes electorales, México tiene experiencia. Igual ha vivido caídas del sistema con tendencias revertidas totalmente que acampadas en reforma exigiendo, paradójicamente, lo mismo que hoy pide el demócrata Joe Biden: voto por voto.

La incertidumbre construida por Donald Trump con acusaciones diarias y casi desesperadas sobre un robo de votos, fraude, irregularidades y estrategias legales para ganar en la Corte lo que no ganó en las urnas son un golpe directo a un sistema democrático que, a diferencia del mexicano, guarda la confianza plena de su ciudadanía.

Tal vez en esa narrativa excesiva en la que brilla la prudencia por ausente, Joe Biden se ha colocado como la opción hasta para los republicanos arrepentidos de haber dado su apoyo a un empresario caprichoso. Sin embargo, la confianza es la base del sistema electoral de Estados Unidos. Ciertamente, es un momento de polarización exacerbada por las políticas racistas y anti migrantes de Trump, pero de ahí a que sea un país dispuesto a “quemarlo todo” por una elección hay bastante trecho. Y es que en 2006, cuando Paseo de la Reforma se llenó con personas sedientas de verdad, justicia y voces contra el fraude, procedentes de todos los rincones del país, los mexicanos ya estaban hartos y dispuestos a todo.

Andrés Manuel López Obrador en un acto de prudencia y contención, decidió “desgastar” su propio movimiento que había cobrado tanta fuerza como coraje. El momento era tan delicado, que las palabras incorrectas habrían levantado las antorchas. Contrario a eso, nacieron periódicos -como este portal-, expresiones artísticas, comilonas y bailongas eternas. Lo que fueron pérdidas para los grandes negocios, se convirtió en unión y gestación del movimiento que hoy gobierna.

El romanticismo de la política mexicana dispuesta a sacrificar sitios clave de impacto económico no es, ni de cerca, la esencia de los estadounidenses quienes anteponen la estabilidad y la certidumbre sobre la ideología.

A pesar de ser interpretados como “populistas”, las acusaciones de fraude en boca de López Obrador fueron un cerillo que hizo arder todo un sistema, haciendo nacer un histórico momento en el que sin ser gobierno, comenzó a marcar la agenda desde la oposición para consolidarse hoy en la Cuarta Transformación. Su homólogo, por el contrario, sepulta su propia credibilidad al desacreditar un mecanismo de participación que, a pesar de ser oligárquico y dejar las decisiones a un Colegio Electoral, no a la mayoría en democracia directa, ha funcionado antes de él y lo seguirá siendo aún cuando salga de la Casa Blanca, sea en este momento o en 4 años más.

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