El gobierno mexicano continúa desorientado en torno a la ruta a seguir para salvar vidas, y sacudido por el vandaval de la oposición política.
El año 2020 será recordado por la historia mundial como el periodo de mayor inestabilidad económica y sanitaria de las primeras décadas del siglo XXI. La crisis provocada por un enemigo nanométrico llamado SARS-CoV-2, surgido en una comunidad llamada Wuhan, en la República Popular de China, será objeto de análisis por parte la comunidad científica a lo largo de los próximos lustros.
Aquel “virus chino” —como fue llamado por el presidente Donald Trump— escapó de Asia, y derivado de un importante flujo comercial entre China y la región italiana de Lombardía, irrumpió en el norte de la península, de allí al resto del continente europeo, y luego siguió su mortífera trayectoria hacia las Américas.
En los últimos meses, mientras parecía que el covid-19 cedía ante las acciones de protección individuales y colectivas, tales como el uso continuo de mascarillas, mantenimiento del distanciamiento social y la implementación de medidas coercitivas en sitios públicos dirigidas a ralentizar el ritmo de contagios, una segunda ola arrasa ahora Europa y amenaza con un hundimiento más profundo de las economías del mundo occidental.
¿Qué debe hacer México ante el rebrote? O mejor dicho… tras el cantinfleo irrisorio del subsecretario López Gatell… ¿qué hacer ante la aceleración de contagios? Ciertamente, un segunda “Jornada Nacional de Sana Distancia” es inviable política y económicamente, por lo que se antoja poco probable que el gobierno federal se decante por esta opción. Un nuevo cierre total o parcial de los negocios conllevaría un desastre económico de proporciones inconmensurables.
¿Semáforo rojo a lo largo de todo el territorio nacional? Recordemos que la semaforización depende no del índice diario de nuevos contagios, sino de la disponibilidad hospitalaria. Si el gobierno espera a que se saturen las clínicas covid para decretar nuevamente el semáforo rojo, será muy tarde para contener la aceleración de los contagios.
¿Cuál es la solución? Difícilmente los gobiernos en el mundo son capaces de responder acertadamente a este cuestionamiento. De acuerdo a un buen número de expertos, el virus permanecerá por muchos años entre nosotros, pues mientras 8 mil millones de seres humanos hablen y respiren, no habrá autoridad capaz de contener su expansión. El resultado será, a la postre, un altísimo número de contagios y el desarrollo de una inmunidad comunitaria, así como un desafortunado récord de fallecimientos.
De acuerdo a datos de la OMS, la tasa de letalidad continúa a la baja a nivel global, situándose ahora alrededor del 2.8%. No del todo halagüeño, pues en México el virus parece no dar tregua. El gobierno mexicano continúa en la primera línea, desorientado en torno a la ruta a seguir para salvar vidas, y sacudido por el vandaval de la oposición política.