Alrededor de un tercio del planeta tiene una temperatura estimada de unos 3 mil grados Celsius, calor suficiente para formar océanos de lava
El Universo es tan fascinante, como aterrador. Así lo demuestran los recientes hallazgos hechos por un equipo internacional de científicos en torno al exoplaneta K2-141b, un mundo ultracaliente que al girar tan cerca de su estrella anfitriona, cuenta con verdaderos océanos de lava en algunas de sus regiones.
Ubicado a cientos de años luz de nuestro sistema Solar, el K2-141b, fue descubierto en 2018 por la misión Kepler, un telescopio espacial de la NASA usado para descubrir planetas del tamaño de la Tierra que orbitan alrededor de otras estrellas. A la fecha ha descubierto más de 2.681 exoplanetas entre 2009 y 2018.
Recientemente, investigadores de la Universidad de McGill (Canadá), la Universidad de York (Reino Unido) y el Instituto de Educación Científica (India), publicaron una nueva caracterización del exoplaneta en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, que parece describir al mismísimo infierno.
Sin embargo, lo que diferencia contundentemente a ambos cuerpos celestes es el clima extremo del exoplaneta, capaz de cambiar permanentemente su superficie y atmósfera, al provocar la evaporación y lluvia de rocas, vientos supersónicos que rugen a más de cinco mil kilómetros por hora (KM/H) y un océano de magma de cien kilómetros (km) de profundidad.
Mediante un análisis del patrón de iluminación de K2-141b, los científicos descubrieron que cerca de dos tercios del K2-141b están sometidos a la luz del día perpetua, mientras que el lado nocturno permanece a una temperatura de -200 grados Celsius.
Esto se debe a que el planeta órbita muy cerca de su estrella y esa proximidad lo mantiene gravitatoriamente bloqueado en su lugar, lo que significa que el mismo lado siempre está de cara a la estrella, con una temperatura estimada de unos 3 mil grados Celsius, calor suficiente para derretir las rocas y vaporizarlas, creando así una delgada atmósfera en algunas zonas.
Pero lo más sorprendente es que, como sucede con el ciclo del agua en la Tierra, esa atmósfera de vapor de roca creada por el calor extremo sufre precipitaciones, sube a la atmósfera, se condensa y vuelve a caer en forma de lluvia, también lo hacen el sodio, el monóxido de silicio y el dióxido de silicio en el K2-141b.
En la Tierra, la lluvia vuelve a los océanos, donde se evapora de nuevo y se repite el ciclo del agua. En el K2-141b, el vapor mineral formado por la roca evaporada es barrido hacia el lado de la noche helada por los vientos supersónicos, provocando que “lluevan” rocas que llegan a un océano de magma.
Las corrientes resultantes fluyen de vuelta al lado caliente del día del planeta, donde la roca vuelve a evaporarse.
Los científicos señalan que el ciclo del K2-141b no es tan estable como el de la Tierra y auguran que la composición del mineral cambiará con el tiempo.
“Todos los planetas rocosos, incluyendo la Tierra, comenzaron como mundos fundidos pero luego se enfriaron y solidificaron rápidamente. Los planetas de lava nos permiten echar un vistazo a esta etapa de la evolución planetaria”.Nicolas Cowan, de la Universidad McGill.
Para demostrar que sus predicciones, el equipo analizará los datos del Telescopio Espacial Spitzer, que deberían dar un primer vistazo a las temperaturas diurnas y nocturnas del exoplaneta, hasta que el Telescopio Espacial James Webb, que se lanzará en 2021, verifique también que la atmósfera se comporta como predice este estudio.
Con información de EFE