Quienes contratan los servicios de elaboración y distribución de “fake news”, saben que tarde o temprano se descubrirá la falacia
Hace millones de años, cuando estudiaba Ciencias de la Comunicación, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, me gustaba una chica que estudiaba Relaciones Internacionales. Aunque soy tímido, logré hacerme su amigo y caerle bien. Nos acompañábamos en el metro e incluso fuimos juntos a una fiesta.
Todo marchaba de las mil maravillas, hasta que súbitamente, se volvió grosera conmigo. Yo no entendí nada, hasta que una amiga común me dijo: “Está molesta por lo que andas diciendo de ella”. Me quedé helado. Al parecer, algunos pretendientes celosos, inventaron chismes en mi boca sobre ella, que yo jamás dije (hasta la fecha, ni siquiera sé cuáles fueron esos chismes).
Me pregunté: ¿Cómo es posible que la gente crea lo que le dicen, sin verificar? Pues sí, mucha gente es pendeja (perdón por decir “mucha”) y puede tragarse cualquier infundio, particularmente cuando tiene predisposición a creérselo (¡un saludo a Denise Dresser!)
Afortunadamente, durante las elecciones pasadas, se creó la campaña “verificado” (pues los gangsters no iban a dejar el poder tan fácilmente, venían dispuestos a utilizar todo su arsenal de trampas). ¿Qué pasaría si en la actualidad, nos percatamos de que las “fake news” también las difunden los medios de comunicación tradicionales, no solo los medios creados exprofeso? ¿En quién confiamos ahora?
El domingo 12 de Abril, el comediante Eugenio Derbez difundió la noticia falsa de que la Clínica 20 de Tijuana, baja California, requería urgentemente insumos y donaciones, inventándose una dirección falsa y doctores con los que tenía conversaciones de madrugada, echando por delante a un doctor retirado: Faustino Ruvalcaba, quien actualmente no tiene relación con el IMSS. Después de alborotar el gallinero, el comediante regresó campechanamente a los chismes de la farándula y se olvidó de los doctores mexicanos.
Quienes contratan los servicios de elaboración y distribución de “fake news”, saben que tarde o temprano se descubrirá la falacia, pero mientras eso sucede, le apuestan a que la gente más pendeja (perdón por el “más”) compartan y comenten de inmediato, para generar ruido contra la 4T.
El 16 de Abril se inauguró formalmente la publicación de “fake news” oficiales (o publicadas en medios de prestigio), cuando El Universal, en su sección Bajo Reserva, publicó: “AMLO ordena investigar cuentas de Peña Nieto”. El presidente lo desmintió y el diario ¿pidió disculpas? (no al presidente ni a Peña Nieto, sino a los lectores). Me parece que no. Tache por su falta de ética.
Cuando era niño, le pregunté a mi papá por qué no se imprimía más billetes para que los pobres también tuvieran dinero, me contestó que el oro de un país respaldaba su papel moneda. En el caso de la información, una noticia la respalda la palabra del reportero (ya ni siquiera documentos, fotos o películas, que en la actualidad se pueden truquear). Si no se tiene palabra, no sabemos qué terreno pisamos.
Para terminarla de amolar, Ciro Gómez Leyva se quejó de que un mentiroso lo calumnió en “la mañanera” (que es como si “Borolas” se quejara de que lo importunó un borracho). Entonces, ¿quién dice la verdad?, ¿qué es verdad y qué es mentira?, ¿en qué mundo vivimos?
Si el gobierno no castiga de manera ejemplar a quienes, teniendo la responsabilidad de informar, mienten descaradamente, nos exponemos a que, al terminar la cuarentena, salgamos a la calle y nos digan que el dólar está a un precio distinto, que el chorizo de soya sí es de puerco y que debemos suicidarnos para no sufrir el impacto de un meteorito.
Con esta jugada, por lo menos ya sabemos para quienes trabaja El Universal.