Ante el ejemplo estadounidense y su caos inminente
El Instituto Nacional Electoral (INE) es una pieza fundamental de la democracia mexicana. Como heredero del acervo jurídico del IFE, el INE ha demostrado profesionalismo, imparcialidad y un deber vís-a-vís la ciudadanía mexicana. A pesar de algunos episodios desafortunados de algunos de sus consejeros (como aquella bochornosa llamada de Lorenzo Córdova donde presuntamente se mofaba de grupos indígenas) el instituto ha sido capaz de ganar la confianza de los mexicanos.
En 2018, gracias a su aceitado engranaje institucional y procedimental, la democracia triunfó con la presidencia de López Obrador, con la mayoría morenista en ambas Cámaras del Congreso, seis gubernaturas y decenas de alcaldías y presidencias municipales a lo largo del país.
Ahora miremos hacia los Estados Unidos. El presidente Donald Trump, un individuo intolerante y carente de todo sentido del deber público, ha amenazado con su desconocimiento de los resultados de los comicios de noviembre si existen sospechas de fraude en el ejercicio del voto por correo postal. A diferencia de nuestro país, las elecciones federales en Estados Unidos se rigen por las leyes de cada estado, pues son ellos quienes, de acuerdo a su normatividad local, designan a los electores que votarán eventualmente por el candidato que haya ganado el voto popular en el estado. En otras palabras, no existe un INE estadounidense ni una autoridad federal que regule las elecciones.
A pesar de esta ausencia, la imperfecta democracia estadounidense ha andado a lo largo de más de doscientos años de existencia. Han existido pacíficas transferencias de poder de un partido a otro, así como reconocimientos públicos de los candidatos perdedores. Sin embargo, la irrupción de Trump en el escenario político, y ante una posible victoria estrecha de Joe Biden en el Colegio Electoral, los Estados Unidos podrían dirigirse hacia una incertidumbre política y jurídica al muy particular estilo latinoamericano ¿México 2006?
En suma, los mexicanos debemos valorar la consolidación de una institución como el INE respaldada por la ciudadanía. A pesar de sus descalificaciones por parte de López Obrador y algún otro antidemócrata, el INE se mantiene firme y ofrecerá la solidez de su experiencia para organizar en 2021 elecciones limpias, transparentes y que reflejen la voluntad de la mayoría de la nación.
Los Estados Unidos bien podrían aprender algo del INE. Quizá algún día veremos a Lorenzo Córdova o a Ciro Murayama brindar asesoría a legisladores estadounidenses en materia de reforma electoral. La confianza en la democracia no debe darse por descontada. El ejemplo estadounidense y su caos inminente es prueba fehaciente. ¡Valoremos nuestro INE!