Después del coronavirus todo será peor, en el “Gatopardo” de Sicilia, y en el México de López Obrador.
No estaría mal que los detractores de AMLO (cada vez son más), hicieran una tregua, para ver una de las grandes películas de la historia del cine. Es “El Gatopardo” (1963) de Luchino Visconti, basada en la novela del mismo título de Tomasi di Lampedusa (1958). Y mejor: si leen simultáneamente la película y la novela, la fruición será doble. En ambas, la imagen de don Fabrizio, el Príncipe de Salina, se nos queda grabada con el rostro majestuoso de Burt Lancaster. Su retiro a su biblioteca, en la larga escena del baile de aristócratas, para quedarse viendo el cuadro de un viejo agonizante, refleja no el miedo, sino la nostalgia de la muerte (si, ya se que la frase se la robé a Xavier Villaurrutia).
El consejo de visitar esta obra maestra por partida doble, va más allá de la mera alusión a la célebre frase de Lampedusa (“si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie”), que ha provocado la engañosa ventaja en varias generaciones de lectores y espectadores, de ahorrarse la obra completa. Esta omisión es todo un pecado venial, porque nadie debe morirse sin ver o leer “El Gatopardo” al menos una vez. Ya se que muchos como quiera se han muerto en santa paz y los demás contentos y comiendo perdices, pero no saben de lo que se están perdiendo (incluyendo a Carlos Loret de Mola, que no lee literatura por huevón).
Para jalar sólo algunas hebras del libro y la película, que deja en evidencia la flojera política y hasta metafísica de los sicilianos (cambie Sicilia por México y todo embona), traigo a colación aquella escena memorable donde el nuevo régimen invita al Príncipe de Salina a ser senador por Sicilia.
Don Fabrizio rechaza la oferta respondiendo así al enviado del nuevo régimen: “pertenezco a una generación desafortunada, parada en dos mundos e insegura en ambos. Y más importante, me encuentro sin ninguna ilusión. ¿Qué haría el senado con un legislador que no puede engañarse a sí mismo, requisito esencial para quienes pretenden guiar a otros? No, en la política yo no podría levantar un dedo. Me lo arrancarían”.
Y sigue don Fabrizio: “Dormir una larga siesta, eso es lo único que quieren los sicilianos. Y siempre odiarán a cualquiera que intente despertarlos, aunque este traiga maravillosos regalos. Y en confianza le digo que dudo sinceramente que el nuevo régimen traiga muchos regalos para nosotros en su equipaje”.
Todavía una escena más adelante, el representante del nuevo régimen le dice al Príncipe Salina en señal de despedida: “quizá no lo crea, pero este mal estado general de las cosas, no durará. Nuestra administración cambiará todo”. Y el Príncipe Salina le responde: “Todo esto no debería durar, pero siempre lo hace. El siempre humano al que me refiero quiere decir un siglo o dos. Después de eso será diferente… pero será peor”.
Después del coronavirus todo será peor, en el “Gatopardo” de Sicilia, y en el México de López Obrador.