El estudio hecho por el Instituto Weizmann, en Israel, afirma que dejar de tocarse la cara equivale a eliminar un instinto. ¿Eso se podrá?
Una de las principales recomendaciones que ha hecho la Organización Mundial de la Salud (OMS) para prevenir contagios de coronavirus es evitar tocarse la cara con las manos.
Un nuevo estudio ha determinado que seguir este consejo, al menos en el caso de los humanos, es imposible.
Un mecanismo de reconocimiento olfativo personal y social
Una investigación del Instituto Weizmann, en Israel, señala que en todos los primates tocarse la cara es un comportamiento tan frecuente que las personas suelen llevarse las manos al rostro en promedio 23 veces por hora y al menos siete toques por hora se dirigen a las fosas nasales.
Más allá de una manía, los especialistas determinaron que este comportamiento es producto de un mecanismo de reconocimiento olfativo personal y social que, dicho de forma simple, es una tendencia de los primates a olerse a sí mismos.
Dejar de tocarse la cara equivale a eliminar un instinto
Con base en ello, los científicos determinaron que para las personas, dejar de tocarse la cara equivaldría a eliminar uno de sus instintos.
El estudio refiere que el autoolfateo es un comportamiento estereotípico de mamíferos terrestres como los roedores, caninos y felinos, que suelen olerse a sí mismos o a sus secreciones corporales con mucha frecuencia.
Observaciones de 20 minutos en gorilas, chimpancés y orangutanes revelaron que estos se llegan a tocar la cara al menos una vez por minuto.
¿Por qué los mamífero se huelen de forma tan frecuente?
Los investigadores plantearon varias explicaciones para el autoolfateo. Una es que permite obtener información sobre otros a quienes se ha tocado.
Sin embargo, la más apoyada por los científicos afirma que es para “asegurarse de no oler mal”, lo que se relaciona con evitar mala fama, garantizar una relación agradable con otras personas y “asegurarse de no padecer enfermedades”.
Los científicos señalaron que este comportamiento es responsable del contagio del 25 por ciento de todas las enfermedades respiratorias, pero también sirve para prevenir otros padecimientos médicos más letales.