Así yo: México y los Buitres

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¿Por qué pensamos que nos asemejamos a tan digna ave?

Poca justicia le hemos hecho a los buitres, en realidad son grandes depuradores de la naturaleza. No destruyen, libran a los ecosistemas de la inmundicia que podrían provocar enfermedades infecciosas.

¿Existen semejanzas entre el hombre y el buitre? Varias investigaciones han llegado a la conclusión que el hombre primitivo más que cazador era carroñero; que lo más que podía hacer con sus recursos era ahuyentar a las fieras para alimentarse. También, pues, el hombre cumplía con la función de limpiar a la naturaleza de inmundicias.

Pareciera que el hombre ya no debería ejercer la función de ser un agente sanitario, pero eso no es cierto, deberíamos seguir con la función de cuidar el mundo, de limpiarlo; de depurarlo para propiciar la subsistencia sustentable. La labor del buitre es encomiable, la de nosotros está en entredicho.

¿Por qué pensamos que nos asemejamos a tan digna ave? ¿No nos estaremos sobrevalorando? Tal vez porque nuestro cerebro primitivo conserva ciertos instintos del buitre; pareciera, sí, que existen ciertas semejanzas. Analicemos.

El buitre es un ave “velera” que aprovecha las corrientes térmicas para sostenerse en el aire sin el menor esfuerzo. No tiene poderosas garras de aceradas uñas, tampoco un pico afilado. Sin cuchillo ni estilete, el buitre no está diseñado para perseguir ni para matar presas, sólo para sobrevolar pacientemente, detectar seres sin vida y aterrizar. Con sus picos alargados y potentes, pero sin filo, ya en tierra estiran, desgarran y arrancan la carne muerta. El buitre es un ave necrófaga. Su labor es inconmensurable: es el agente sanitario de la naturaleza.

Coincidente en sus instintos, con el cerebro de un buitre, hay hombres que observan el espacio, se mueven sigilosamente sin el menor esfuerzo y obcecados quieren desgarrar todo. La gran diferencia es que en ellos no obra la paciencia, sino la imprudencia; tampoco devoran carne muerta, sino historia viva; menos cumplen con una función sanitaria, por el contrario, sólo regurgitan desechos que traen consigo un mayor daño que la peste.

En México abundan estos hombres carroñeros. Nuestra desgracia ha consistido en que hemos sido víctimas de la putrefacción a la que nos invitan y que sólo a ellos les place y conviene. Nuestra memoria histórica ahora debería detener sus actos, su cizaña inmune.

Contemplemos a los nuevos buitres: a los que creen que globalización significa romper con el destino histórico de la patria, un término que para ellos está en desuso; que incitan desde afuera y desde adentro al desacato, a romper el pacto federal; que ahora abiertamente promueven la secesión del país.

¡Véanlos!

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