El presidente de la República cayó en la casilla de la SCJN y los hizo perder su lugar.
Todos los que alguna vez hemos jugado Parchís sabemos que se tienen que llevar todas las fichas antes que los contrarios, desde la casa hasta la casilla de meta. Sin embargo, el mayor problema al cual nos enfrentamos en el juego se presenta, cuando un oponente cae en la misma casilla en la que el jugador tiene una ficha, y lo obliga a retornar al inicio del juego. Esto es, por las acciones de otro jugador, por el hecho de que haya caído en la casilla en la que se tiene una ficha, se pierde el camino recorrido y se tiene que regresar al inicio. El éxito del juego depende de que los oponentes no nos hagan perder el lugar.
Pues así estuvo la Suprema Corte de Justicia de la Nación; en un juego de Parchís, en el cual, el presidente de la República cayó en la casilla de la SCJN y los hizo perder su lugar. No hubo salida, no hubo movimiento, perdieron el camino avanzado y se tuvieron que regresar al inicio. Porque hicieran lo que hicieran, el presidente con ese movimiento salió victorioso, cumplió con su palabra y trasladó la responsabilidad de la decisión final de un problema de gran trascendencia al máximo tribunal del país.
Me refiero al asunto que se discutió en el pleno de la SCJN, sobre la constitucionalidad de la propuesta de consulta popular presentada por el presidente. El máximo tribunal del país, por mayoría de 6 votos contra 5, determinó que la pregunta planteada en la mencionada petición era constitucional; sin embargo, consideró que la pregunta se debía modificar y quedar de la siguiente manera: “¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos encaminados a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?”. Penosa y desesperanzadora la decisión del máximo tribunal del país.
La postura de la minoría era por declarar inconstitucional la propuesta de consulta, al considerar que a la ciudadanía no le correspondía decidir si se debía investigar o procesar a los expresidentes en caso de haber cometido algún delito, pues esa es obligación de las autoriddades. Lo anterior, como de manera contundente y admirable dijo la ministra Norma Piña, porque era claro que “ni la Constitución ni las leyes establecen obstáculo alguno para llevar ante la justicia penal a expresidentes que hubieren cometido algún delito”.
Es penoso que la SCJN se encontrara resolviendo un tema que la iba llevar a perder, pues era claro que, si la mayoría del pleno votaba a favor del proyecto que declaraba inconstitucional la propuesta, habría problemas en un sector de la sociedad y de la opinión pública; y si la mayoría votaba en contra y consideraba que la propuesta de consulta era constitucional, también habría inconformidad en otro sector de la sociedad y de la opinión pública, como lo está habiendo en este momento. Así, lo correcto jurídicamente era declarar la inconstitucionalidad, en cuyo caso el costo era sólo la inconformidad social, pero al declarar la constitucionalidad, además de la inconformidad popular, el máximo tribunal del país hizo evidente que sus decisiones son políticas y no jurídicas.
El presidente siempre supo que estaba jugando Parchís y que si caía en la casilla de la Suprema Corte, él ganaría y quienes perderían serían los resolutores de la constitucionalidad de la propuesta. Él mismo lo señaló en el escrito de solicitud: “He dicho y reitero, que yo votaría por no someter a los expresidentes a proceso. Sin embargo, de realizarse la consulta, respetaré el fallo popular”, pero con la simple presentación de la propuesta de consulta, él ganó.
La inconstitucionalidad de la propuesta era clara. Sin embargo, nos enfrentamos con una corte sin identidad, cuyos criterios no son congruentes y consistentes, sino más bien protagónicos y políticos. La mayoría de los ministros no hizo caso a las contundentes y admirables palabras del ministro Laynez en el sentido de que “Los jueces constitucionales no somos nombrados para tener popularidad, nosotros no” además de que “la justicia no se consulta”.
En ese sentido, la SCJN perdió en este juego de Parchís, un juego en el que perdieron por los movimientos y la suerte de un oponente; el presidente cayó en la casilla de la Corte con un tema que les hizo perder.